Ayer tomé una decisión importante:
Arreglar mi habitación.
Podéis estar de acuerdo o no sobre si es realmente importante o podéis compararlo con otras cosas como el hambre mundial y cosas del estilo para restarle valor, pero solo quien me conoce bien, sabe lo dificultoso que me resulta emprender tal tarea. Pero todo esto es irrelevante para el tema que traigo.
Resulta que mientras recolocaba libros, cedeses, deuvedeses y otras cosillas, apareció en el rincón donde lo dejé por última vez hace unos 10 años esa copia en vinilo del Sargeant Pepper's Lonely Hearts Club Band que siempre he guardado como un tesoro. Todo esto coincide con los cambios de organización que hemos hecho en el despacho en el despacho, que hacen que el viejo tocadiscos de la casa sea perfectamente accesible y manipulable.
Allí estaba yo, armado con mi LP y un altavoz dispuesto a comprobar si la inactividad con el paso de los años afectaba a los tocadiscos. Debo reconocer que estos de Sony al margen de fabricar videoconsolas del tamaño del Peñón de Gibraltar, saben (o sabían) hacer tocadiscos. Salvo el contrapeso del brazo, todo funciona perfectamente.
La mayoría de vosotros tendrá un vago recuerdo de como suena un disco (aunque alguno no sabrá ni lo que es). Será un recuerdo medio borrado por el paso de los años y la calidad de Compact Disc o la no-calidad del Mp3 y probablemente acabéis pensando "Estas involucionando David, con gente como tú volveremos al Cretácico superior".
¡¡¡ERROR!!! Y dejad de pensar.
El LP clásico nos ha enseñado a valorar un álbum en conjunto. El simple hecho de que te tuvieras que levantarte de la silla coger la aguja y ponerla en el surco adecuado para oír la pista deseada hizo que la propia pereza del oyente le obligara a quedarse sentado en la silla y escucharlo enterito.
Por otra parte, imaginaos que estamos viendo una remasterización de Monty Python sin rayotes ni manchas y con sonido nítido 7.1 del re copón. Sí, se verá y oirá mejor, pero le faltará credibilidad, pues eso es lo que le da el vinilo a la música: credibilidad. La credibilidad de haber aguantando décadas y absurdas modas una y otra vez para volver a ti como si se tratara de una cápsula del tiempo.
Y tened esto muy presente: cuando todos los lectores "láser" del mundo estallen, tu tocadiscos seguirá siéndote fiel y seguirá reproduciendo tus canciones favoritas con ese continuo petardeo tan característico hasta el fin de los días... o hasta que se abra un hueco entre dos surcos convirtiendo esa pista tan maravillosa en un bucle infinito, pero en este caso también se seguira escuchando hasta el fin de los días.
Os dejo por hoy con el tema central de uno de los discos que escuché ayer por la tarde y que me llenó de (un poco más de) nostalgia.
Dios te bendiga Jim Henson
2 comentarios:
hey, incluso puedes reproducir el disco usando una uña!
wow!
"Es el convincente John y tiene algo que decir, de los problemas de los Fraggle...¡Ya está aquí!"
Publicar un comentario